Cuando conquisto lo
que para la sociedad
es algo inútil, es
cuando siento la
felicidad plena y
cuando mi vida
adquiere todo
su sentido.
sábado, 7 de julio de 2018
De la Hermida al Alto de las Verdianas, niebla y moscas.
El pasado sábado día 7 realizamos otra ascensión de las que hacen
afición, con dos mil metros de desnivel y un recorrido largo y que
transcurre por parajes de máxima belleza y mucha variedad de paisajes.
Pero no todo es idílico en la montaña, también nos puede ofrecer algunos
momentos desagradables que nos obliga a afrontarlos y superarlos,
fortaleciendo nuestra capacidad de sufrimiento. En esta ocasión fueron,
primero las moscas, que con el calor y el grado de humedad que padecemos
en este comienzo de verano, nos acosaron sobre todo durante la primera
parte del recorrido, y después la niebla, que en gran parte del descenso
no nos permitió admirar los hermosos parajes que por esa zona se
contemplan cuando el día esta despejado.
Partimos
del pueblo de la Hermida, situado a unos ciento treinta metros de
altitud, ascendimos por la canal de Osina hasta el collado del mismo
nombre. Después recorrimos la sierra de Beges hasta llegar al collado de
Hoja, desde donde ascendimos hasta las cabañas de El Dobrillo y tras
cruzar la pista de hormigón que sube hacia el Vao de los Lobos,
ascendimos por toda la crestería que nos depositó en el Alto de las
Verdianas a 2.018 metros de altitud. Sonia, Faustino, Juan Carlos, su
hijo Fran, Pepa y el que esto escribe fuimos los que nos apuntamos
para la ocasión y que partimos del pueblo de la Hermina pasadas las ocho
de la mañana.
Fran en el collado de Osina. Las moscas también quieren salir en la foto
Sonia se siente felíz, ni las moscas la perturban.
La Sierra de Beges nos muestra hermosas imágenes.
Dejamos atrás la Sierra de Beges y la niebla y vamos ascendiendo hacia las cabañas de el Dobrillo.
Tras
superar estas cabañas, vamos ascendiendo metro a metro por la crestería
que nos llevará hasta nuestro objetivo de hoy, aunque la niebla parece
que nos va persiguiendo.
Son
novecientos metros de crestería que se hacen un poco largos y que
requieren el máximo esfuerzo, aunque las vistas que nos ofrece, compensa
el sacrificio.
Cuando
afrontamos la última parte de la ascensión, vemos amenazadoras nubes de
tormenta por la parte de Liébana. La niebla también parece querer
rodearnos.
Antes
de afrontar el último tramo para llegar a las Verdianas, superamos dos
montículos rocosos, Las Becerreras y el Cueto de las Becerreras.
Llegamos al borde del inmenso cortado que forma la Paré Corvera, con la cumbre de las Verdianas ya a la vista.
Llegamos
a la cumbre con la inquietud que nos producen los truenos que ya han
comenzado a sonar hacia el sur, donde las nubes se ven mas espesas.
Las fotos de cumbre rápidas para iniciar el descenso. Este no es buen lugar para que nos sorprenda una tormenta.
Descendemos
hacia la Héndida, que junto al Rendijón, situado mas a la derecha y de
mayor dificultad, son los dos únicos pasos para salvar las paredes de la
Paré Corvera.
En
la parte final de la Héndida. No tiene mucha dificultad, solo el
cuidado de no dejar caer piedras sobre los que bajen por delante
nuestro.
La
niebla sobre la canal de San Carlos y cubriendo la cumbre del Samelar
que se vería a la derecha de la foto por encima de esos neveros. En un
principio queríamos haber llegado hasta el, pero vista la hora y sobre
todo el estado de las nubes, lo descartamos totalmente.
Una
vez descendida la Héndida, tenemos que recorrer el pie de la pared en
busca del collado de la Llaguna. Como los truenos de momento han cesado y
la hora ya es tardía, nos sentamos a comer que ya hay buena necesidad.
Una buena muestra de dos estados de ánimo completamente diferentes.
Continuamos hacia el Collado de la Llaguna. Las nubes se vuelven a mostrar amenazadoras.
Llegamos
al collado e iniciamos un vertiginoso descenso por el cerrado valle
formado por la Paré Corvera y las Agudinas y donde se encuentran las
antiguas minas de la Aurora. Hasta estas minas llega un camino que nos
llevará de nuevo hasta las cabañas del Dobrillo para desde allí
descender hasta el pueblo de Beges. Antes hacemos una parada en la
fuente que hay hacia la mitad de la canal para abastecer nuestras
cantimploras.
Al
comenzar a pisar el camino minero, nos metemos en una espesa niebla que
ya no nos deja ver nada hasta llegar por encima de Beges. Mientras
tanto los truenos han comenzado a sonar por encima nuestro.
Afortunadamente
la lluvia no hizo acto de presencia justo hasta llegar al bar de Beges
donde dimos cuenta de las cervezas que requerían la ocasión.
Tras lo cual iniciamos el descenso por la carretera hasta la Hermida donde daríamos por finalizada nuestra aventura de hoy.
Muy bonitos los dos barrios que configuran el pueblo de Beges. A mi siempre me ha gustado mucho.
Pasando
por un pequeño barrio situado por encima de la Hermida, admiramos estas
esculturas de madera realizadas por algún artista de la zona, supongo.
Ya
en los coches, Sonia nos muestra orgullosa sus hallazgos por el monte.
Algunos completaron la jornada dándose un baño en la aguas termales que
surgen en el río junto al balneario, aunque como el río baja mucho
caudal, no salían muy calientes. Y esto fue lo que nos dio de si la jornada.
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